El matemático Hilbert, era dueño y recepcionista de un hotel con dos peculiaridades. La primera es que en la recepción había un micrófono que se comunicaba con todas las habitaciones, la segunda, más importante aún, es que el hotel tenía infinitas habitaciones.
Un día, por extraño que parezca, el hotel se llenó.
Por la tarde llegó un tal Cantor, que deseaba una habitación y se la pidió a Hilbert. El problema era que todas las habitaciones estaban llenas, pero Hilbert encontró una solución para que Cantor pudiese pasar la noche en su hotel. Cogió el micrófono y dijo: "Cada huésped que salga de su habitación y se pase a la siguiente".
De tal manera que el que estuviese en la habitación nueve, pasaría a la diez, el de la trigésimo cuarta habitación, pasaría a la trigesimo quinta,... con lo que la habitación número uno, quedó vacía y Cantor pudo quedarse ahí. Como el hotel tenía infinitas habitaciones, no había ultima habitación.